Rosa Cobo Bedía
En este texto encontrarás un recorrido por la Ilustración y la evolución del pensamiento sobre los derechos de las mujeres y la educación. De Rousseau a Poullain de la Barre y Mary Wollstonecraft...
El concepto moderno de educación, como se entiende en la actualidad, tuvo su Origen en el siglo XVIII. Pero no sólo la educación, surge en el siglo de las Luces. La Ilustración realiza dos descubrimientos esenciales para la modernidad: primero, que la desigualdad no es un hecho natural sino histórico; y segundo, que el género es una construcción normativa. En otras palabras, la Ilustración toma conciencia de que la desigualdad no es una creación de la naturaleza sino de la sociedad; y que el género, más que un hecho biológico, es una construcción social.
Una de las tareas prioritarias de la Ilustración es eliminar la desigualdad. La educación y la política serán los instrumentos más poderosos para lograr ese objetivo. Sin embargo, la mayor parte de la Ilustración no tematizará otra desigualdad: la de los géneros. Algunos ilustrados sostendrán que la desigualdad entre varones y mujeres tiene un origen natural. La Ilustración se muestra incapaz de asumir la igualdad entre los sexos. El caso más paradigmático de esta paradoja es Jean Jacques Rousseau.
I
En la segunda mitad del siglo XVIII, este autor escribe un tratado de educación -Emilio- en el que se exponen las nuevas teorías pedagógicas. Como hemos dicho anteriormente, en la Ilustración la pedagogía no puede ser analizada independientemente de la política, puesto que ambas son los instrumentos más potentes de la emancipación de la humanidad. Rousseau desmonta todo el esquema político medieval, al separar definitivamente la idea del poder de la de Dios. El Contrato social consagra la libertad y la igualdad para todos los individuos. Estos principios encuentran su validez y legitimidad en la naturaleza. Es la propia naturaleza la que hace a los hombres libres e iguales. Por ello, será tarea de los individuos restablecer esos principios universales mediante la política y/o mediante la educación.
El modelo de individuo que propone Rousseau debe ser resultado de ambos procesos. En efecto, este tratado de educación sólo puede entenderse en su totalidad si se inscribe en una perspectiva más amplia: la construcción de un sujeto racional y, por ende, político. Por ello, las teorías educativas rousseaunianas están orientadas a la producción de un individuo racional y autónomo. Capaz de hacerse cargo de los asuntos públicos. Dueño de sí. Dominador de sus pasiones. Crítico. Más orientado a la voluntad general que a la particular. Emilio denuncia la desigualdad sobre todas las cosas y defiende la libertad hasta sus últimas consecuencias. El ideal educativo rousseauniano alcanza su plenitud en el ejercicio de la ciudadanía.
Sin embargo, los intérpretes de Rousseau suelen omitir el capítulo V de Emilio. Este capítulo, titulado "Sofía", constituye por sí mismo un tratado de educación femenino. Las razones que han empujado al ginebrino a introducir sus teorías acerca de la educación femenina en un tratado de educación masculina no es un hecho casual. Por el contrario, este hecho reposa sobre la idea de que la educación femenina debe estar subordinada a la masculina, del mismo modo que las mujeres deben estarlo a los varones. Las mujeres son conceptualizadas por este autor como un suplemento del varón. De ahí que la educación de Sofía ocupe un sólo capítulo de Emilio.
Los objetivos de la educación de Sofia son, por tanto, contrarios a los de Emilio. Sofía no debe ser educada para la autonomía sino para la dependencia, primero del padre y después del esposo. Para ello, el mejor camino debe ser la sumisión y la obediencia. La consecución de ese objetivo no debe basarse en el razonamiento, sino en el castigo. El objeto de estudio primero de las mujeres deben ser los varones más próximos a ella (marido, padre, hermano, hijo...). La energía y el tiempo que le quede tras el cumplimiento de esa primera tarea debe utilizarlo en atesorar todos los "conocimientos" necesarios para el desarrollo de sus funciones: esposa y madre. El cumplimiento de esas tareas requiere que la mujer rouseauniana interiorice desde niña una peculiar idea de virtud.
Rouseau cree que varones y mujeres poseen naturalezas y entendimientos esencialmente diferentes. Por tanto, la educación infantil debe depender de ese hecho. Si el libro de cabecera de Emilio es Robinson Crusoe, el de Sofía debe ser la aguja y el hilo. Si la educación de Emilio finaliza en el ejercicio de la ciudadanía, la de Sofía culmina en la tarea de esposa y madre. Si el ámbito "natural" de Emilio es el público, el de Sofía es el privado.
Por una parte, los textos políticos de Rousseau le sitúan en el pensamiento radical y, por otra, sus textos pedagógicos le convierten en el teórico del moderno ideal de feminidad y de familia patriarcal. Por ello, el pensamiento de Rousseau presenta contradicciones analíticas y éticas insalvables. Su poderosa apelación a la igualdad política y económica se desarrolla en paralelo con la impugnación de la igualdad entre los géneros. La libertad e igualdad de los varones en el espacio público reposa sobre la sujeción de las mujeres en el espacio privado. Emilio constituye el ideal político porque Sofía representa el de la domesticidad.
II
Ahora bien, ¿podía pensarse de otra forma en el siglo XVIII? ¿Hubo pensadores que concibiesen a las mujeres como sujetos racionales? ¿Era posible pensar en una educación no descriminatoria con las niñas?. Casi un siglo antes de que Rousseau escribiese Emilio, un escritor de filiación cartesiana, llamada Poullain de la Barre [1], publicó un tratado de educación femenina que postulaba la igualdad natural entre varones y mujeres. Su concepto de educación quiebra un conservadurismo pedagógico que encuentra su razón de ser en la aceptación de la desigualad entre los sexos, en la aceptación de la educación restrictiva para las mujeres y en la aceptación de las estructuras sociales dominantes, es decir, en el mantenimiento de los órdenes sociales.
El discurso pedagógico de Poullain de la Barre reposa sobre la idea de que las educaciones específicas para varones y mujeres no son consecuencia de la desigualdad natural entre los sexos sino que, por el contrario, es la propia desigualdad cultural la que produce las dos educaciones. En su opinión, tanto el método de aprendizaje como el contenido deben ser iguales para ambos sexos. Para Poullain de la Barre la primera enseñanza de toda educación es una duda radical. La segunda etapa es la reconstrucción de un nuevo saber fundado exclusivamente sobre el uso permanente de la razón crítica. En consonancia con sus concepciones educativas, Poullain reclama para las mujeres el acceso a todas las profesiones y funciones sociales.
III
Mary Wollstonecraft, escritora feminista inglesa, perteneciente al círculo de los radicales y contemporánea de Rousseau, refutó las concepciones educativas rosseaunianas en un libro paradigmático, Vindicación de los derechos de la mujer, que constituye uno de los textos fundacionales del feminismo y a partir del cual este último no podrá desvincularse de la Ilustración.
En Vindicación de los derechos de la mujer, Wollstonecraft denuncia todo el pensamiento pedagógico patriarcal de Rousseau y de cuantos escritores han conceptualizado un ideal de mujer artificial, débil e inferior al varón. La primera crítica de la autora inglesa consiste en explicar que Sofía es un esquema ideal que habita en la imaginación de Rousseau, pero que carece de realidad histórica. La principal crítica de Wollstonecraft al ginebrino consiste en poner de manifiesto que la mujer natural rousseauniana es, en realidad, la mujer social.
La operación de Rousseau, para nuestra autora, es la siguiente: primero establece los deberes de cada sexo y, después, sobre dichos deberes construye las inclinaciones naturales. Señala Wollstonecraft que el sometimiento a causa de la costumbres y los hábitos sociales ha construído una segunda naturaleza que Rousseau confunde con la verdadera na-turaleza de las mujeres. Para Wollstonecraft, el principal error de Rousseau radica en que analiza las costumbres y los hábitos de las mujeres como si fuesen rasgos innatos o facultades naturales.
Wollstonecraft cuestiona todo el pensamiento educativo de Rousseau en torno a las mujeres y se pregunta acerca de la posibilidad de desmontar toda concepción pedagógica que aspira a formar personas virtuosas y sólo alcanza a construir seres artificiales y corruptos. Sólo el buen sentido puede transformar esas concepciones pedagógicas y poner fin a la situación de sujeción de las mujeres: "Apelaré ahora al buen sentido de la humanidad para saber si el objeto de la educación que prepara a las mujeres para que sean esposas virtuosas y madres sensatas, a partir del embelesamiento de la razón y la inmoralidad refinada (...) es el que mejor se ha estudiado para alcanzar aquellos fines". [2]
Una de las tareas prioritarias de la Ilustración es eliminar la desigualdad. La educación y la política serán los instrumentos más poderosos para lograr ese objetivo. Sin embargo, la mayor parte de la Ilustración no tematizará otra desigualdad: la de los géneros. Algunos ilustrados sostendrán que la desigualdad entre varones y mujeres tiene un origen natural. La Ilustración se muestra incapaz de asumir la igualdad entre los sexos. El caso más paradigmático de esta paradoja es Jean Jacques Rousseau.
I
En la segunda mitad del siglo XVIII, este autor escribe un tratado de educación -Emilio- en el que se exponen las nuevas teorías pedagógicas. Como hemos dicho anteriormente, en la Ilustración la pedagogía no puede ser analizada independientemente de la política, puesto que ambas son los instrumentos más potentes de la emancipación de la humanidad. Rousseau desmonta todo el esquema político medieval, al separar definitivamente la idea del poder de la de Dios. El Contrato social consagra la libertad y la igualdad para todos los individuos. Estos principios encuentran su validez y legitimidad en la naturaleza. Es la propia naturaleza la que hace a los hombres libres e iguales. Por ello, será tarea de los individuos restablecer esos principios universales mediante la política y/o mediante la educación.
El modelo de individuo que propone Rousseau debe ser resultado de ambos procesos. En efecto, este tratado de educación sólo puede entenderse en su totalidad si se inscribe en una perspectiva más amplia: la construcción de un sujeto racional y, por ende, político. Por ello, las teorías educativas rousseaunianas están orientadas a la producción de un individuo racional y autónomo. Capaz de hacerse cargo de los asuntos públicos. Dueño de sí. Dominador de sus pasiones. Crítico. Más orientado a la voluntad general que a la particular. Emilio denuncia la desigualdad sobre todas las cosas y defiende la libertad hasta sus últimas consecuencias. El ideal educativo rousseauniano alcanza su plenitud en el ejercicio de la ciudadanía.
Sin embargo, los intérpretes de Rousseau suelen omitir el capítulo V de Emilio. Este capítulo, titulado "Sofía", constituye por sí mismo un tratado de educación femenino. Las razones que han empujado al ginebrino a introducir sus teorías acerca de la educación femenina en un tratado de educación masculina no es un hecho casual. Por el contrario, este hecho reposa sobre la idea de que la educación femenina debe estar subordinada a la masculina, del mismo modo que las mujeres deben estarlo a los varones. Las mujeres son conceptualizadas por este autor como un suplemento del varón. De ahí que la educación de Sofía ocupe un sólo capítulo de Emilio.
Los objetivos de la educación de Sofia son, por tanto, contrarios a los de Emilio. Sofía no debe ser educada para la autonomía sino para la dependencia, primero del padre y después del esposo. Para ello, el mejor camino debe ser la sumisión y la obediencia. La consecución de ese objetivo no debe basarse en el razonamiento, sino en el castigo. El objeto de estudio primero de las mujeres deben ser los varones más próximos a ella (marido, padre, hermano, hijo...). La energía y el tiempo que le quede tras el cumplimiento de esa primera tarea debe utilizarlo en atesorar todos los "conocimientos" necesarios para el desarrollo de sus funciones: esposa y madre. El cumplimiento de esas tareas requiere que la mujer rouseauniana interiorice desde niña una peculiar idea de virtud.
Rouseau cree que varones y mujeres poseen naturalezas y entendimientos esencialmente diferentes. Por tanto, la educación infantil debe depender de ese hecho. Si el libro de cabecera de Emilio es Robinson Crusoe, el de Sofía debe ser la aguja y el hilo. Si la educación de Emilio finaliza en el ejercicio de la ciudadanía, la de Sofía culmina en la tarea de esposa y madre. Si el ámbito "natural" de Emilio es el público, el de Sofía es el privado.
Por una parte, los textos políticos de Rousseau le sitúan en el pensamiento radical y, por otra, sus textos pedagógicos le convierten en el teórico del moderno ideal de feminidad y de familia patriarcal. Por ello, el pensamiento de Rousseau presenta contradicciones analíticas y éticas insalvables. Su poderosa apelación a la igualdad política y económica se desarrolla en paralelo con la impugnación de la igualdad entre los géneros. La libertad e igualdad de los varones en el espacio público reposa sobre la sujeción de las mujeres en el espacio privado. Emilio constituye el ideal político porque Sofía representa el de la domesticidad.
II
Ahora bien, ¿podía pensarse de otra forma en el siglo XVIII? ¿Hubo pensadores que concibiesen a las mujeres como sujetos racionales? ¿Era posible pensar en una educación no descriminatoria con las niñas?. Casi un siglo antes de que Rousseau escribiese Emilio, un escritor de filiación cartesiana, llamada Poullain de la Barre [1], publicó un tratado de educación femenina que postulaba la igualdad natural entre varones y mujeres. Su concepto de educación quiebra un conservadurismo pedagógico que encuentra su razón de ser en la aceptación de la desigualad entre los sexos, en la aceptación de la educación restrictiva para las mujeres y en la aceptación de las estructuras sociales dominantes, es decir, en el mantenimiento de los órdenes sociales.
El discurso pedagógico de Poullain de la Barre reposa sobre la idea de que las educaciones específicas para varones y mujeres no son consecuencia de la desigualdad natural entre los sexos sino que, por el contrario, es la propia desigualdad cultural la que produce las dos educaciones. En su opinión, tanto el método de aprendizaje como el contenido deben ser iguales para ambos sexos. Para Poullain de la Barre la primera enseñanza de toda educación es una duda radical. La segunda etapa es la reconstrucción de un nuevo saber fundado exclusivamente sobre el uso permanente de la razón crítica. En consonancia con sus concepciones educativas, Poullain reclama para las mujeres el acceso a todas las profesiones y funciones sociales.
III
Mary Wollstonecraft, escritora feminista inglesa, perteneciente al círculo de los radicales y contemporánea de Rousseau, refutó las concepciones educativas rosseaunianas en un libro paradigmático, Vindicación de los derechos de la mujer, que constituye uno de los textos fundacionales del feminismo y a partir del cual este último no podrá desvincularse de la Ilustración.
En Vindicación de los derechos de la mujer, Wollstonecraft denuncia todo el pensamiento pedagógico patriarcal de Rousseau y de cuantos escritores han conceptualizado un ideal de mujer artificial, débil e inferior al varón. La primera crítica de la autora inglesa consiste en explicar que Sofía es un esquema ideal que habita en la imaginación de Rousseau, pero que carece de realidad histórica. La principal crítica de Wollstonecraft al ginebrino consiste en poner de manifiesto que la mujer natural rousseauniana es, en realidad, la mujer social.
La operación de Rousseau, para nuestra autora, es la siguiente: primero establece los deberes de cada sexo y, después, sobre dichos deberes construye las inclinaciones naturales. Señala Wollstonecraft que el sometimiento a causa de la costumbres y los hábitos sociales ha construído una segunda naturaleza que Rousseau confunde con la verdadera na-turaleza de las mujeres. Para Wollstonecraft, el principal error de Rousseau radica en que analiza las costumbres y los hábitos de las mujeres como si fuesen rasgos innatos o facultades naturales.
Wollstonecraft cuestiona todo el pensamiento educativo de Rousseau en torno a las mujeres y se pregunta acerca de la posibilidad de desmontar toda concepción pedagógica que aspira a formar personas virtuosas y sólo alcanza a construir seres artificiales y corruptos. Sólo el buen sentido puede transformar esas concepciones pedagógicas y poner fin a la situación de sujeción de las mujeres: "Apelaré ahora al buen sentido de la humanidad para saber si el objeto de la educación que prepara a las mujeres para que sean esposas virtuosas y madres sensatas, a partir del embelesamiento de la razón y la inmoralidad refinada (...) es el que mejor se ha estudiado para alcanzar aquellos fines". [2]
Este texto pertenece al Capítulo II.- EL SEXISMO COMO FUENTE DE DESIGUALDADES EN LA ESCUELA
[1] François Poullain de la Barre publicó en el 1973 De l'égalité des deux sexes (Sobre la igualdad de los dos sexos), en 1974 De l'Education des Dames pour le conduite de l'esprit dans les sciences et dans les moeurs (Sobre la educación de las damas para la conducta del espíritu en las ciencias y en las costumbres) y en 1975 De l'excellence des hommes contre l'égalité des sexes (Sobre la excelencia de los hombres contra la igualdad de los sexos). El propósito del primero de ellos es demostrar la igualdad natural entre varones y mujeres por encima de las costumbres y los prejuicios vigentes en nuestra sociedad. La intención del segundo es mostrar cómo se puede combatir la desigualdad sexual a través de la educación. El tercero pretende desmontar racionalmente las argumentaciones de los partidarios de la inferioridad de las mujeres.
[2] WOLLSTONECRAFT, M.: Vindicación de los derechos de la mujer, Madrid, Debate, p. 167.
http://www.educandoenigualdad.com/spip.php?article59
MOMUJAV
http://movimientomujeresavanzando.blogspot.com
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